El estudio de un aspecto económico de un país no puede separarse del de la clase social que fue su soporte sin correr el riesgo de deshumanizar la historia. En el tejer y destejer de la vida, el hombre tiene un papel eminente, ya como sujeto activo –modificador, encauzador o causante directo de los acontecimientos que vive– ya como sujeto pasivo, que sufre en sus carnes, en su ideología, en su actividad, el impacto del acontecer histórico sin llegar a explicarse satisfactoriamente el por qué de tales hechos ni la concatenación causal de unos con otros. La importancia atribuída al factor hombre ha hecho encabezar el presente estudio –dedicado al comercio marítimo de Barcelona– con una descripción de la clase social que más activamente intervino en aquellos menesteres. Pero clase social, estamento mercantil, sociedad burguesa son, en cierto modo, abstracciones de la historia y de la sociología que pueden no encajar exactamente en la realidad concreta. Para aprehender la realidad viva de la historia social hay que descender hasta las unidades concretas y actuantes que son los hombres. Porque, por fuertes que sean los lazos que unan a los hombres en corporaciones y grupos sociales –y lo eran en el siglo XVII– existe un reducto individual que explica la existencia de tales grupos, su desarrollo y su actitud frente a los acontecimientos que la vida va interponiendo entre ellos.